Cómo afrontar el dolor durante el sexo: consejos de una terapeuta sexual
- efestomail
- Apr 15
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El dolor sexual es un problema complejo y a menudo, mal entendido, que muchas personas y parejas enfrentan. Ya sea por causas físicas, emocionales o ambas, y que puede afectar profundamente la relación, la autoestima y el bienestar general. Existen formas de abordarlo desde distintas perspectivas y en vamos a hablar aquí sobre cómo actuar cuando el sexo duele, exploraremos causas comunes y explicaremos cómo la ayuda profesional puede marcar una gran diferencia.
El dolor durante el sexo, conocido como dispareunia, puede tener múltiples causas físicas y emocionales. Comprender el origen del dolor es clave para tratarlo de manera efectiva. Las investigaciones indican que estas causas varían desde condiciones médicas específicas hasta factores de estrés psicológico. Algunas de las más comunes incluyen el vaginismo (espasmos involuntarios de los músculos pélvicos), la endometriosis y la enfermedad inflamatoria pélvica. Estas condiciones pueden generar molestias significativas durante la penetración y, en muchos casos, requieren atención médica especializada. Otras causas físicas frecuentes son la sequedad vaginal, que puede estar relacionada con desequilibrios hormonales como los que ocurren durante la menopausia, o infecciones como la candidiasis y las infecciones del tracto urinario. A nivel emocional, factores como la ansiedad, el estrés, el trauma y los conflictos de pareja también pueden provocar dolor físico durante el sexo. La tensión emocional se manifiesta en el cuerpo, generando incomodidad o dolor en situaciones íntimas.

Existen medidas prácticas que pueden probar y pueden aliviar el dolor sexual en el corto plazo. El uso de lubricantes, por ejemplo, puede reducir la fricción y mejorar la comodidad durante el sexo, especialmente si hay sequedad vaginal. Tomarse el tiempo necesario para los juegos previos y avanzar al ritmo que resulte cómodo es fundamental. También pueden ser útiles los ejercicios del suelo pélvico, como los Kegel, para fortalecer o relajar los músculos según cada caso. Las mujeres con músculos hipertónicos (excesivamente tensos) suelen beneficiarse de fisioterapia especializada que incluye técnicas como el biofeedback, estiramientos y terapia manual. Otra estrategia es probar diferentes posiciones sexuales que reduzcan la presión sobre las zonas sensibles. Ajustar la postura puede hacer una gran diferencia en la experiencia.
Sin embargo cuando el sexo es doloroso de forma persistente, el primer paso es descartar causas médicas. Esto implica consultar con un profesional de la salud, como un ginecólogo, un urólogo o un especialista en suelo pélvico. La evaluación puede incluir un examen físico, estudios de imagen o análisis de laboratorio para identificar condiciones como atrofia vaginal, infecciones, inflamación o disfunción muscular. En muchos casos, se recomienda la terapia del suelo pélvico, especialmente para problemas como el vaginismo o el dolor crónico. Esta terapia, respaldada por estudios clínicos, utiliza técnicas de fisioterapia para relajar y reentrenar los músculos pélvicos, ayudando a reducir el dolor y mejorar la respuesta sexual.
Si se han descartado las causas físicas y el dolor persiste, es importante considerar los factores psicológicos. El trauma, la ansiedad, la presión por “cumplir” o la falta de conexión emocional con la pareja pueden ser detonantes importantes. En este contexto, hablar abierta y honestamente con la pareja es clave. La comunicación sin juicios favorece la confianza y la comprensión, elementos esenciales para disminuir el estrés asociado al sexo. Además, cambiar el enfoque del acto sexual puede ser de gran ayuda. En lugar de centrarse en la penetración, es útil priorizar el contacto emocional y físico no sexual: besos, caricias, abrazos, tiempo de calidad juntos. Estudios muestran que fortalecer la intimidad emocional reduce la ansiedad sexual y mejora la satisfacción general en la relación.
Cuando el componente emocional es relevante, acudir a una terapeuta sexual puede marcar la diferencia. La terapia sexual ofrece un espacio seguro para hablar de experiencias, miedos, expectativas y dificultades sin ser juzgados. Además de abordar el malestar físico, se trabaja con herramientas para superar bloqueos emocionales y mejorar la conexión con el cuerpo y la pareja. En muchos casos se utilizan enfoques como la Terapia Cognitivo-Conductual o la terapia basada en mindfulness, que han demostrado ser eficaces para tratar el dolor sexual desde su raíz emocional. Estas intervenciones ayudan a reducir la intensidad del dolor, mejorar la conciencia corporal y recuperar la confianza en el propio deseo.
El sexo no debería doler. Si lo hace, no estás sola ni solo. Ya sea por razones físicas, emocionales o ambas, el dolor sexual puede tratarse. Entender lo que lo causa y buscar apoyo profesional son pasos fundamentales para volver a disfrutar de tu vida íntima sin miedo ni molestias. La ayuda existe, y merece la pena buscarla. Si el dolor está afectando tu vida sexual o tu relación, buscar ayuda es el siguiente paso. La terapia sexual se centra tanto en los aspectos físicos como emocionales del dolor, mientras que la terapia de pareja se enfoca en mejorar la comunicación, la empatía y el apoyo mutuo. Con las herramientas adecuadas, es posible recuperar el placer, la conexión y el bienestar sexual.
Por ello también puede ser útil acudir a terapia de pareja. El dolor sexual no es un problema individual: suele impactar a ambos miembros de la relación. En un espacio terapéutico, la pareja puede explorar sus expectativas, necesidades y límites de forma acompañada. El objetivo no es solo aliviar el dolor físico, sino también mejorar la comunicación y reforzar el vínculo emocional. Las investigaciones muestran que las parejas que abordan juntas los problemas sexuales tienden a fortalecer su conexión y a encontrar soluciones más efectivas y sostenibles.
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