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Descubre los datos estadísticos sobre los orgasmos en hombres y mujeres.

En los encuentros sexuales heterosexuales, los hombres llegan al orgasmo con mucha más frecuencia que las mujeres. A este se le ha dado el nombre de la brecha del orgasmo. Un estudio con unos 800 estudiantes universitarios encontró una brecha del 52%: el 91% de los hombres dijeron que siempre o casi siempre llegaban al orgasmo durante el sexo en pareja, frente al 39% de las mujeres.


Otro estudio más amplio con 15,000 estudiantes mostró que la brecha es aún mayor durante el sexo casual en comparación con relaciones comprometidas. Incluso en relaciones estables, persiste una diferencia del 17%.


Datos similares se observaron en una encuesta nacional en EE.UU.  de más de 3,000 adultos solteros. Las mujeres dijeron alcanzar el orgasmo un 63% de las veces con una pareja familiar, mientras que los hombres reportaron un 85%.

Otras dos brechas del orgasmo



La brecha del orgasmo también se refleja en dos comparaciones adicionales:


1. Sexo lésbico vs. sexo heterosexual: Las mujeres lesbianas reportan más orgasmos que las mujeres heterosexuales. En el caso de los hombres, la orientación sexual no afecta significativamente su frecuencia de orgasmo.

2. Masturbación femenina vs. sexo en pareja: Las mujeres tienen más orgasmos masturbándose que con una pareja. En el mismo estudio universitario, el 39% de las mujeres dijeron llegar siempre al orgasmo durante la masturbación, pero solo el 6% lo lograba siempre con una pareja.


Entonces, ¿por qué las mujeres lesbianas o las que se masturban tienen más orgasmos? La respuesta no es anatómica, es cultural. La raíz del problema es simple pero profunda: culturalmente sobrevaloramos el sexo penetrativo. Decimos “sexo” y automáticamente pensamos en penetración. Llamamos “preliminares” a la estimulación clitoriana, como si fuera un trámite previo al acto principal.


El lenguaje y los medios refuerzan esta narrativa. Las películas muestran mujeres teniendo orgasmos espectaculares con solo la penetración, algo que rara vez sucede en la vida real. Y sin embargo, muchas mujeres terminan creyendo que eso es lo que deberían experimentar.


Además, la mayoría de los sistemas educativos ignoran el placer femenino. No enseñan sobre el clítoris, ni sobre la diversidad de formas en que las mujeres pueden alcanzar el orgasmo. Tampoco nos enseñan a comunicarnos sexualmente, lo cual es clave, ya que lo que funciona para una mujer no necesariamente funciona para otra… ¡ni siquiera para la misma mujer en otro momento!


Hay además una serie de obstáculos adicionales, y la brecha se ve alimentada por otros factores culturales:


  • El juicio social hacia las mujeres que disfrutan del sexo casual.

  • La falta de educación sexual centrada en el placer.

  • La autoimagen negativa y la autocrítica durante el sexo.

  • La falta de entrenamiento en mindfulness o conciencia plena, esencial para dejarse llevar por las sensaciones y alcanzar el orgasmo.



¿Cómo cerramos la brecha?


Cerrar la brecha del orgasmo requiere más que información: requiere acción y compromiso.


  • Reconocer el rol del clítoris: Más del 90% de las mujeres necesitan estimulación clitoriana para alcanzar el orgasmo. La penetración sola no suele ser suficiente.

  • Igualar el valor del clítoris y la penetración: No se trata de reemplazar la penetración, sino de dejar de verla como el “acto principal”. La estimulación del clítoris debe tener el mismo peso en la experiencia sexual.

  • Romper con la vergüenza y el silencio: Las mujeres necesitan sentirse con derecho al placer, explorar su cuerpo, identificar lo que les gusta (la masturbación ayuda mucho con esto) y poder comunicarlo a sus parejas sin miedo, culpa ni vergüenza.

  • Hombres aliados: Los hombres no son el problema, pero sí parte fundamental de la solución. Necesitan escuchar, aprender y actuar con la misma disposición con la que esperan recibir placer.


El camino no es fácil, pero sí necesario. Cerrar la brecha del orgasmo no será rápido ni sencillo. Requiere cambiar normas culturales, reformar la educación sexual y fomentar una comunicación abierta y respetuosa. Pero el resultado —una sexualidad más equitativa, placentera y saludable— vale cada esfuerzo.


 
 
 

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